Mientras Jesús se encontraba en un pueblo se presentó un leproso; el cual, viendo a Jesús, cayó
rostro en tierra y le suplicaba: Señor, si quieres, puedes sanarme. 13Extendió la mano y le tocó, diciendo:
Lo quiero, queda sano. Al instante se le fue la lepra. 14Y Jesús le ordenó: No se lo digas a nadie.
Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por
Moisés. 15Su fama se difundía, de suerte que una gran multitud acudía a escucharlo y a sanarse de
sus enfermedades. 16Pero él se retiraba a lugares solitarios a orar.