Se acerca a Jesús un leproso y arrodillándose le suplica: Si quieres, puedes sanarme. 41Él se compadeció,
extendió la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero; queda sano. 42Al instante se le pasó la lepra y
quedó sano. 43Después lo despidió advirtiéndole enérgicamente: 44Cuidado con decírselo a nadie.
Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu curación establecida
por Moisés. 45Pero él salió y se puso a proclamar y divulgar el hecho, de modo que Jesús no podía
presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares despoblados. Y
de todas partes acudían a él.